Charla de hermanos [Público]

El pelinegro le empujaba por la muñeca llevándolo a los bosques. Se negó a hablarle mientras caminaban o al menos no decir nada importante solo una sonrisa y pasar su mano por su rostro quitándose el casco para pasar su mano por sus cabellos y volviéndoselo a poner como medida preventiva a la lluvia. Las gotas de agua se condensaban en los cuernos y se deslizaban por lo largo de estos hasta la punta juntando una gruesa gota que terminaba cayendo sobre su nuca - Descuida no es como eso pero es bastante cerca~ no te tiraré ya bastante me fue de experiencia caer yo y terminar en Jötunheim. - dijo refiriéndose a lo que había pasado ya hacía muchas décadas.

Al llevarle al bosque le guió hasta un claro y alzó su lanza dejando brillar ligeramente la gema celeste que poseía, allí se detuvo y le llevó un dedo a los labios del rubio para indicarle que se silenciase a la vez que lo soltaba. Retrocedió un paso y moviendo su lanza en un amplio circulo que tocó la cadera del rubio y se cerró en un circulo hasta tocar el lado opuesto de las caderas de su hermano. Alzó la lanza y ahora el circulo fue en vertical cerrando un domo sobre ellos en un ligera tonalidad celestetina donde la lluvia cruzaba como si nada. Su mano libre trazó un par de runas en el aire y la culata de la lanza golpeó el piso. El domo se volvió en una tonalidad verde fuerte con un golpe de luz dejando la lluvia por fuera y desapareció. Parecía no haber nada diferente, pero la lluvia no pasaba, sobre sus cabezas esta se deslizaba como si un vidrio los cubriese, tampoco corría viento ni sonido fuera de ello. El pelinegro se quitó el casco y le sonrió.

- Ahora si, hermano. Heimdall no puede traer sus sentidos aquí dentro, solo si viene directamente en persona podría vernos. Podemos hablar con comodidad... Sin que nos escuche... o vea. - dijo esto se volvió a acercar al rubio mirandole con sus cejas curvadas en un gesto de pesar y una sonrisa débil que parecía temblar en lo que se podría adivinar con un llanto. Pero se contuvo al volver a abrazarle sin soltar la lanza en alto, la gema brillaba con fuerza como su fuese un faro canalizando el hechizo del Dios del Engaño. Su brazo libre le abrazó por la cintura y su cabeza se apoyó en su hombro - Thor... he pasado estos últimos años donde pertenezco, de donde vine, donde Odín me encontró. En las tierras heladas de los gigantes, en un precario hogar donde solo el fuego de la chimenea, verde y alto, emula como una sombra burda el calor que alguna vez sentí viviendo contigo y nuestra... tu familia... aquí en Asgard. Sé que pertenezco allí, que allí nací y es mi destino permanecer allí, sin importar lo que Odín haya decidido... pero te extraño tanto... solo he podido pensar en como conseguir el perdón de padre y volver a tu lado... - apretó más su agarre pero se separó casi al instante para no parecer demasiado insistente con el contacto... aunque en realidad lo necesitaba - Y en todos estos años solo quería preguntarte solo una cosa que no me permite dormir... tú... durante el juicio... Me creías ¿Verdad? - sus ojos celestes buscado la mirada celeste eléctrico del Dios del Trueno, de su hermano.

Se dijo, cuando abandonaron por completo la ciudad de Asgard y comenzaron a pisar vegetación más alta y a vadear raíces de árboles, que si fuese necesario sabría imponerse y evitar alguna jugarreta. Si fuese necesario. Y si querría, porque fallaba en hacérsele sospechoso que le llevase tan lejos, guiado simplemente por nostalgia y el prospecto de salir con él, meterse ver algo que jamás había visto y quizás acabar en líos por ello. Era su pasatiempo de fines de semana de jóvenes, y francamente lo extrañaba. Era el tipo de hombre que necesitaba ver cielos distintos, aislados, estar en la línea de avanzada y no sentado a la cabeza de todo... habló más con su silencio que con cualquier respuesta que pudiese haber dado al comentario ajeno. Le parecía casi una acusación, un "al vacío donde me empujaste" que no tendría fundamento siquiera, pues no había sido él ni de primera ni de segunad mano, pero le turbaba de todos modos. Lo sentía como su responsabilidad.

Y resultaba ser, en efecto, que Loki le enseñaba algo completamente nuevo otra vez. Miró la ilusión (pues así la catalogaba, de momento) con fascinación mientras se trazaban las líneas, siguiendo su órden de mantenerse en silencio. Al aire no parecía ser solo aire para Loki, era como si pudiese manipularlo a su antojo y dibujar en éste lo que necesitase; demasiadas posibilidades como para que comenzase a nombrarse algunas. No esperaba entender la magia cuando con presenciarla le bastaba.

Más sorpresivo aún fue el abrazo del otro, aunque tan sincero para Thor como cada gesto, falso o verídico, le había parecido hasta ahora. El ligero temblar en sus comisuras, el constante brillo vidrioso en sus ojos, el quiebre tan sutil en su voz; dentro de aquel domo de vidrio, donde solo se oían con claridad sus palabras, veía a Loki de la forma más pura y cruda, crudamente vulnerable y expuesto hasta los huesos. - Deja eso, - Advirtió. - Jötunheim no es tu sitio. Tu familia, tu verdadera familia, no está allí, sino en Asgard, y eso convierte a Asgard en tu hogar, ¿lo entiendes? Es aquí donde tienes a quien espere por ti. - Presionó, su voz quizás un tanto más dura de lo que debía ser.

Habían pasado más de 50 años, pero Thor recordaba algo con claridad: Loki no había hablado de ese modo antes. No había admitido jamás el querer estar junto a él. Aferrándose a ese hecho insistía, sin permitir que se apartase al sujetarle con ambos brazos en el sitio en que encajaba tan perfectamente, uno envolviendo su cintura y la mano opuesta tras su nuca, los dedos enredados entre su cabello húmedo. Un inmenso alivio le empujaba a actuar con libertad, ahora que dejaba de estar observado, y su tono a su vez cobró fuera. Era todo lo que necesitaba oír; que no eran observados ya. - Nunca he dejado de creer en ti. Deberías saberlo ya. Apelé a Padre más veces de las que puedo recordar siquiera y fui negado cada vez, pero creí en ti. Creí en tu historia más que en cualquier descarriado rumor. Has sido exiliado injustamente. - Sentenció. Su respiración se agitaba levemente, acompañando el alzar de su voz, más clara aún dentro de la barrera que les protegía de los sonidos de afuera, más poderosa en el silencio. - Escúchame. - Apretó su agarre ligeramente, y apenas bajó el volumen de sus palabras. - A donde decidas ir, iré por ti. Te traeré de regreso. Sé que tendré que encontrar un modo, pero lo haré, pensaré en algo... lo logre o no, iré contigo de todos modos. Lo haría ahora, pero Asgard... - Permitió que su voz se apagase; el trono le ataba y Loki sabía eso demasiado bien.

En el momento que sintió su abrazo correspondido ya supo que no tenía que mover un dedo más, Thor era suyo nuevamente y no había pero que valiese, de Heimdall o de quien fuese. Si bien en el momento que había ocurrido aquel "desastre" que desencadenó su exilio no ambiciaba aún el trono en su esencia pura si no el hecho de mostrarse superior a Thor frente a los ojos de su padre, la mayor parte de su historia era verdad. Había intentado proteger Asgard, había traído a los gigantes de hielo a las tierras de los dioses pero solo para que librasen una batalla e indirectamente defendiesen Asgard de los demonios. Pero como siempre, algo había salido mal y ahora desde ese incidente se le acusaba incluso hasta el caer de un copo de nieve en la frente de un infante... Cómo si él realmente ambiciara destrucción... Cuan equivocados estaban los Aesir en cuanto al perfil que tenían del pelinegro... y contrariamente a su vez, que acertados. Pero no era algo que preocupase actualmente al Dios del Engaño, si no el hecho de sentir a su hermano nuevamente apretándole la cintura y respirando contra las hombreras de su armadura. Esta, si igualmente era dorada y de capa verde así como con casco con altos cuernos de macho cabrío, era ligeramente diferente a la que su hermano recordaría. Era más bélica, protegía más su cuerpo y los dibujos en esta eran más intrincados, con pequeñas runas grabadas entre los diseños celta conectándole directamente con su magia, razón por la que podía hacerla aparecer y desaparecer a su voluntad. Incluso su casco era más cerrado en sus mejillas y frente y sus cuernos más curvados hacia adelante. Cambios necesarios al igual que el cuerpo del menor, más trabajado, adaptado a lo que había tenido que pasar en tierras heladas.

Le miró con sus ojos verdes cristalizados y una sonrisa débil afloró en sus labios - Más de medio siglo que no escucho esas palabras, hermano. Más de medio siglo que nadie me dice cual es mi hogar... Ya comenzaba a creer que no tenía más uno y solo ese fragmento de tierra helada era el único lugar que podía reclamar para vivir. - dijo apretando sus dedos contra la cintura del rubio presionando entre las placas de la pechera donde la tela le permitiría sentir la presión de sus dedos. - Realmente creo en tus palabras... Sé que ahora tu lugar está allí, en el trono, junto a padre y madre... ella sobretodo necesita tu apoyo. Yo... yo como siempre, Thor, soy secundario. - amplió su sonrisa pero no con maldad, más bien con aceptación - Cuando puedas solucionar tus problemas aquí, ahí podrás tener tiempo para mi. -

Thor hubiese estado mintiendo de no admitir que Loki, efectivamente, actuaba. Y bastante seguido. Sabía que había estado actuando frente a Heimdall, naturalmente no habría podido hablar con comodidad, así como que actuaba en cierto nivel frente a sus padres, y más aún frente a otros Aesir. Era algo natural en él, era una persona reservada y confiaba en pocos, él podía entenderle hasta allí, mas no se cruzaba aún por su mente que alzase barreras alrededor de él. Más aún en un ambiente mínimo, cerrado, escapaba de su mente la posibilidad de que con él también actuase. En una sola ocasión le había mentido y el costo había sido inconmensurable; seguía, por tanto, siendo el último en cuestionarle, especialmente en un lugar tan remoto, privado como ningún otro llegaba a ser.

Extrañamente, se le dificultaba oírle hablar en un tono tan subduido, alimentando aún más su frustración. - Madre no ha aceptado visitas en años, apenas le veo, y sospecho que seguirá siendo así hasta que pase todo ésto. - Espetó, para enseguida tomar a su hermano por los hombros, dudar, intentar ordenar sus ideas, intentar no agitarse... sin conseguirlo volvió a alzar su voz, dirigiéndole una mirada severa. - No me agrada que hables así. Menos aún cuando el trono de Asgard representa tan poco, sin poder dar protección de esta... plaga... la enfermedad del árbol... incluso los dioses enferman, ¿sabes? El aire que respiramos, la escarcha, la niebla de la mañana carga la misma plaga. ¡¿Qué consigo aquí?! ¡Nada más que cuidar la imagen de un palacio que no representa nada! No puedo tomar decisiones sin Padre, no puedo proteger ni ayudar. Es inútil. No insinúes siquiera que prefiero seguir en ésta situación más que hacer algo, porque no. No lo elegí, y no lo prefiero. -

Exasperado, se apartó para caminar en líneas cortas, repetitivas, dentro del domo diáfano, delineado apenas por una marca verde brillante trazando un amplio círculo a su alrededor, marcando un límite entre la hierba que se secaba y la que seguía siento aplastada por la lluvia. El rubio pareció querer hablar varias veces, mas no emitió palabra alguna hasta detenerse, su vista hacia el exterior del imaginario vidrio. - He tomado mi propia decisión, hermano. - Murmuró. Su mano derecha se apretaba en un puño y volvía a soltarse repetidas veces, paulatinamente serenándole, expulsando la frustración a favor de una impaciencia más queda, más decidida.

Dio un leve suspiro. La tensión parecía abandonarle, bajando sus hombros tensos y relajando su postura. - Debí haber previsto que mi lugar no es éste. No puedo sentarme en el trono cuando puedo estar allí afuera, en donde se me necesite para algo más que sentarme a aguardar. Iré a Midgard. Sólo, si debe ser así. - Le miró por sobre su hombro; una sonrisa leve se dibujaba ya en la comisura de sus labios. - ¿Dónde estarás? -

Su semblante seguía siendo calmo y sumiso, con sus hombros ligeramente bajos y su mirada alternándose entre los ojos azul eléctrico y el ancho pecho de su hermano. Cada palabra que daba, cada gesto, era repetido en la mente del pelinegro analizando cada respiración dada, la manera que las manos del rubio se movían o lo que sus ojos miraban, como demostraba sus sentimientos más trasparentes mientras las paredes emocionales del pelinegro seguían alzadas. Movió ligeramente sus cejas en un gesto más lastimero y se acercó a su hermano por la espalda apoyando su mano en el hombro ajeno, observando a través de la barrera mágica hacia el cielo, aquel celeste nublado a lo lejos que pertenecía a Midgard y sonrió levemente - Realmente estás entregado a esa raza, hermano. Nunca voy a entender esa fascinación que tienes con ellos. Pero si entiendo como te sientes respecto al trono... solo sentarte a esperar día a día... sin poder hacer nada. - se inclinó un tanto para adelante y sus cuernos asomaron a la periferia de la visión del rubio, los labios del Dios del Engaño apenas rozaron los cabellos húmedos de Thor cerca de su oído mientras su voz se tornaba más íntima - Podrías ser más de utilidad salvar a unos pocos mortales que solo verlos morir sin hacer nada sentado en el trono de padre. Heimadall y los otros Aesir solo quieren mantener una imagen que todo está bien cuando sabemos que no es así... pero mientras te mantengas en el trono el resto de los 9 reinos pensará que se tiene el control pero solo se pierde poco a poco. Ellos solo tienen la esperanza que las cosas mejoren, pero nadie hace nada por mejorarlas y así no se podrá llegar a ningún lado. Thor, he estado en Jötunheim estos últimos años y he viajado un poco por los otros reinos, incluso por Niflheim, y no creo que tu hayas podido ver nada de eso, hermano. Todos están miserables, todos están enfermos... se habla del Ragnarok y del fin de todo... Heimdall lo sabe, él todo lo ve, pero todo lo calla también. - Sus dedos apretaron el hombro ajeno por más que era sobre la armadura la presión hacia abajo sería un peso en el hombro del rubio, peso físico que solo acentuaría el peso emocional que le daba con cada palabra - En parte... también por eso quería venir... No podía creer que los Aesir no estuviesen haciendo nada al respecto... sobretodo tú. - apartó su mano sacando el peso y apartándose algunos pasos del rubio dejándole solo mientras le daba la espalda y miraba hacia el palacio de Asgard. No dijo nada más, no era necesario y sabía que no podía sobrecargar la mente del rubio con demasiadas cosas a la vez. Era lo justo y suficiente.

No era que quisiera dejar de lado su responsabilidad, pero era dolorosamente claro que reinar no era lo suyo. Se habría destacado como alguna especie de comandante y había creído que sería un magnífico rey, pero la política estancada de ser un cabecilla no le sentaba tan bien y, seguramente, tampoco lo habría hecho el dedicarse a ello de lleno. Loki lo comprendía también, estaba seguro. Le sintió acercarse, difícilmente pasaría por alto sus pasos en un espacio tan reducido donde solo ellos se hacían oír, menos la mano que apoyaba en su hombro en son de apoyo, a su parecer. No abandonaría todo Asgard, pero no era allí donde tenía el poder de cambiar las cosas y no sentía que debiese haber culpa en buscar en ir donde sí lo tuviese.

- Valientes no son quienes nacen aptos, cultivan sus ventajas y se pavonean de aplastar con ellas a enemigos inferiores. Valientes son quienes toman todo lo que hay a su alcance para proteger lo que es suyo y lo que es correcto. Los midgardianos no se enfrentan a nada menos que la muerte, ignoran lo probable y lo posible, tiemblan pero no retroceden, mueren pero no abandonan el campo de batalla. Su poder es escaso pero no les importa, ningún desafío les resulta demasiado grande. Temen, por seguro, pues son inferiores a muchas razas y criaturas, casi todas, pero lo intentan desde el primer llamado hasta el último aliento. Sólo pueden esperar que la victoria sea para quien se entrega más a la lucha. - Bajó la voz, agachando el rostro ligeramente. - Como los aesir de antes. Es junto a ellos que deseo combatir. Es ese valor el que deseo proteger.

No temía, pues, decir en privacidad lo que tampoco había callado en público, hasta frente a su padre en épocas en que seguía allí. Sin embargo le era tanto más fácil mostrar su decepción hacia su raza, su propia vulnerabilidad, frente a su hermano; era sólo allí que bajaba la cabeza y era sólo un susurro el que le hacía escuchar en ese estado. Quieto y callado, le miró por el rabillo del ojo mientras la verdad brotaba de los labios de su hermano y a cuentagotas sembraba las ideas correctas, claras, en su mente. No era su padre dormido ni su reino inmóvil, eran todos los Aesir debilitados y sin actuar...

Hasta hoy, él no había sido distinto. Creyó ver su misma decepción para con los demás reflejada en la distancia que Loki tomaba, en la falta de su mano en su hombro ahora. Era verdad; él tampoco había estado haciendo nada. Eso se terminaba apenas hoy. Sin embargo, no pasaba por alto un detalle preocupante que le hizo girarse de inmediato sobre sus talones, mirando a Loki con el ceño fruncido. - ¿Jötunheim? -

La última vez que había visto a Loki, hace varias décadas ya, había sido la primera vez que le llamaban Laufeyson en lugar de Odinson. Thor no había asumido jamás la abismal distancia entre él y quien consideraba ser de su misma sangre, y rechazaba la noción de que hubiese cambiado su vida anterior con facilidad por una en la tierra de los gigantes. - ¿Fue... esa tu voluntad, hermano? - Preguntó con lentitud, incrédulo de lo que él mismo sugería. Negando con la cabeza se apresuró a agregar. - Si quisieras regresar, creo que... creo saber cómo conseguir que seas perdonado y se de por terminado tu exilio. -

Cada reacción, cada palabra en el Dios del Trueno era deliciosa para la vista y oídos del Dios del Engaño. Disfrutaba ver como Thor caía en sus palabras como siempre, como volvía a sus garras por propia voluntad y como sus hilos eran movidos con tal sutileza y delicadeza que incluso la figura fuerte y pesada de Thor se movía a donde él desease. No sonrió, solo escuchaba cada palabra de su hermanastro con suma seriedad negando con la cabeza. - Muy inspiradoras tus palabras, hermano, pero la cruda realidad es que hay que ser fuertes para sobrevivir... tu no lo sientes tanto por que eres quien está ahora sentado en el trono, y antes de eso, tu padre lo estuvo. - dijo brevemente dándole a entender su punto de vista bastante realista, más en la situación donde se encontraban los nueve reinos ahora.

Negó con la cabeza a la pregunta de su hermano dejando un espacio de silencio largo y tendido, sus manos se apretaron ligeramente mientras sus ojos se cerraron en una ligera mueca de dolor y pesar. Desvió su mirada y dio un corto paso alzando la cabeza para mirar al cielo y en como las gotas de agua se deslizaban sobre el domo mágico sobre ellos formando irregulares rastros húmedos. Solo respondió con un susurro algo vago. - No era mi voluntad... si no la de todos... - musitó - Es donde pertenezco... - y se giró mirando los ojos azul eléctrico de su hermano con los propios esmeraldas que ahora mostraban un brillo demasiado marcado que se opacó ligeramente cuando una lágrima recorrió su mejilla perdiéndose entre la humedad de su piel - ¿Puedo hermano? ¿Puedo regresar? - su pie se adelantó en un corto paso pero sin atreverse a hacerlo más, como si no creyese ni diese crédito a lo que estaba escuchando - Yo... extraño estar aquí... contigo. - deshizo su voz en la ultima palabra ajando la mirada, su mano tomó su propia capa apretando la tela húmeda.

Sabía que cualquier plan que viniera de la cabeza de su hermano sería básico y probablemente desastroso pero le encantaba saber que seguía tan cercano a él como para que el rubio se preocupase por pensar en maneras de que volviese a Asgard. Finalmente se acercó y le tomó de la muñeca con una amplia sonrisa - Soy todo oídos hermano, confío en ti para poder estar juntos de nuevo... en un lugar que pueda llamar verdaderamente mi hogar... -

Ya no era él simpatizando con Loki, ya no era una situación de injusticia fuera de su alcance, ya no era siquiera Loki decepcionado de él, de su nulo actuar; era él, decepcionado de sí mismo por permitir que sucediese tanto sin haber actuado hasta ahora. Y tan natural le había sido la cadena de pensamientos que le alimentaba el otro, frase certera tras frase certera tras gesto sutil, que no había modo en que Thor sospechase que tales ideas no provenían de él mismo. Tan lógico y tan acertado le parecía ahora, que ya defendería aquella resolución. Frunció el entrecejo y le dirigió una mirada penetrante, aunque era más bien mansa la postura de sus anchos hombros, de su cuerpo inclinado y su cabeza ligeramente gacha.

- Lo sé, - musitó en voz ronca. - Ellos son fuertes, confío en que han sobrevivido hasta ahora... - Dijo, su mirada suavizándose paulatinamente al observar a su hermano, reparar en lo vulnerable de su lenguaje corporal pese a que no sabría decir exactamente qué gesto le daba tal impresión. - Si tan sólo pudiese estar allí, quizás serían ellos quienes me ayudarían a terminar todo ésto. -

No pasó desapercibida la única lágrima que en siglos viese caer de los ojos del dios errante, gota mínima que sin embargo le desmoronó de un modo inverosímil. Una sensación fría presionó contra su pecho y se asentó en sus entrañas, más palpable y más violenta que cualquier palabra que hubiese dicho su hermano hasta ahora. Loki no se habría permitido ser visto así antes, estaba seguro, algo allí afuera, lejos de los límites de Asgard, le había quebrado hasta este punto, si no fuese el mismo hecho de abandonar el reino... una frustración silenciosa se hizo presente en el modo en que apretaba la mandíbula y le empujó aún más hacia la idea que apenas formaba.

- Dirigiré una campaña, - comenzó, inquieto sobre sus piés pero erguido, la mano libre alzada al gesticular con vehemencia. - No tengo poder sobre el reino pero sí sobre los ejércitos, se ha hablado de entrar en Niflheim, ir a la raíz del Yggdrasil... no puedo saber si esta allí la clave para detener la plaga, pero quiero que estés allí en dos lunas. Si nos asistes y todo resulta bien... - Pausó, esbozando una sonrisa. - ¿Cómo no se te admitiría de regreso? Son los mismos principios bajo los cuales fuiste exiliado. -