Una visita no esperada {Privado}

Aquí los días no eran soleados, no te levantabas viendo ese rayo de sol entrando por tu ventana y despertándote. No me quejaba en absoluto pues había acabado acostumbrándome a esta espesa niebla que cubría todo mi palacio que incluso quizás si no la veía me sentía rara e infeliz. La seda que cubría mi cuerpo en la cama descendió por este mientras que me levantaba de ella, agarre mis ropas, poniéndome cada una de ellas con un especial cuidado, poniéndolas perfectamente en su sitio y viendo en aquel espejo que cubría toda la pared de mis aposentos como destellaban las puntas de las espadas sobre mi cuerpo. Las antorchas que iluminaban mi alcoba eran las que hacían destellar levemente el metal de las espadas, algo que me gustaba bastante. Era otro día mas, otro día esperando que las muertes vinieran a mí para descansaren e inframundo, en el que era ahora y desde hacía mucho mi reino.

Dos…tres… las muertes por el momento no cesaban, pues con el frio que hacía en las tierras de arriba la gente enfermaba y eran muchos los que morían congelados de frio, los ancianos eran los más numerosos por estos lados pero también jóvenes congelados. Estaba sentada en mi gran trono, acariciando con mi mano derecha la cabeza de mi fiel perro Garm, mis dedos se deslizaban en un movimiento tranquilo y acompasado, dejando que mis pensamientos viajaran hacia lugares inesperados, esperando que de algún mágico modo alguna muerte viniera de nuevo. Mientras me perdía en mis pensamientos note algo frio recorrer mi pierna y alce mi ceja extrañada, mirando fue cuando vi a mi serpiente subir. Siempre estaba rodeada de animales, pero estos eran todos verdes o negros, como dicha serpiente. Quite mi mano de la cabeza de Garm y la lleve hacia la serpiente dejando que esta se entrelazara en mi brazo y atrayéndola hacia mí bese su cabeza como muchas veces que hacía. Eran seres que aterraban a los humanos, salían despavoridos cuando los veían en el suelo pero yo los encontraba increíblemente bellos.

Un pequeño gruñido leve salió de la boca de Garm, pero no era por no acariciar su cabeza si no porque podía sentir algo más en el ambiente. Alguien estaba detrás de la puerta de mi palacio, esperando a poder entrar pero no toco la puerta. Entrecerré los ojos y fue entonces cuando di dos golpes en el suelo con mi báculo, aquella señal hacia que las cadenas que sostenían la gran puerta de mi palacio se abrieran. Era raro que alguien a estos lugares si no era para morir, pero al parecer dicha persona no venia a morir. No me levante de mi trono esperando a que las puertas se abrieran por completo y dejaran ver aquel dios o diosa que esperaba tras ella. Sabía que era un dios porque podía sentirlo..-Shh…-Sisee a Garm para que no gruñera más, no se solía fiar de nadie.