Consultorio del Dr. Njördr

El reloj de pie daba las cinco de la tarde menos un minuto. El consultorio del doctor Njördr, afamado psicoanalista noruego, era sencillo pero acogedor. Estaba presidido por un gran escritorio de caoba, sobre el cual descansaban los utensilios para tomar notas, algunos libros, unas decoraciones, y un teléfono de bronce. Frente al escritorio había un gran diván de cuero negro, cubierto por una suave manta parda que volvía más confortable el mueble para el paciente que allí se tendiera a develar los secretos de su inconsciente. Las obras completas de Freud ocupaban su lugar obligado de honor en la gigantesca biblioteca que ocupaba casi dos paredes completas del consultorio. En el muro opuesto pendía, enmarcado, el diploma que acreditaba al analista en cuestión por parte de la Asociación Psicoanalítica Noruega.

Afuera se veía la nieve del invierno escandinavo, pero el doble cristal de las ventanas mantenía el interior aislado de tan bajas temperaturas. Un termómetro antiguo, de aguja, que colgaba de la pared, marcaba 21 grados dentro de la habitación. El potente radiador, dentro de una caja de madera adornada con tallas clásicas, se encargaba de mantener la calidez en el consultorio.

El doctor Njördr, de riguroso traje y corbata azules, miró en su reloj de muñeca, que estaba perfectamente sincronizado con el de la pared. Era hora de que llegara su paciente, un caso nuevo, con fama de problemático según le habían dicho. El sujeto había sonado un poco raro en la llamada telefónica, y a pesar de la regla de abstinencia que rige a los psicoanalistas, el doctor no podía dejar de sentir una viva curiosidad por conocer finalmente al paciente al cual ya dos analistas no habían podido ayudar.

Quizás no fuese la mejor elección de método de transporte, ni la más discreta, llevar el auto del vigente gobernador de uno de los nueve grandes distritos a una simple visita psiquiátrica, pero era lo que había disponible. Thor no tenía aún permisos completos para poseer su propio vehículo, después de todo, ni estaba de ningún modo calificado para conducirlo. Solo contaba con la indulgencia de su padre en prestárselo, y con su propia habilidad para escabuyirse de líos al citar su nombre. Entre traqueteos y malos ángulos, reversas y giros, aparcó en el reducido espacio que quedaba entre los demás vehículos frente al edificio, rozando dos de ellos de tal modo que dejaba marcas raspadas en sus puertas; con una mirada rápida hacia afuera se encogía de hombros e intentaba decirse que sus dueños no notarían nada.

- Es aquí, ¿no? Vamos, abajo. - Dijo, abriendo su puerta y bajando de un salto del vehículo, instando a su hermano a que le siguiese. Le miró por sobre su hombro para cerciorarse, esperándole. - Sé que no quieres, hermano, pero nuestro padre me ha dado una misión, y es mantenerte al menos durante una hora con el... ehh, doctor. - No era él quien sería sujeto de la consulta, no, solo escoltaba a un reacio Loki a su tercer loquero del año, a pedido de Odín, padre de ambos. - No estará mal. Solo charla con él, acepta agua si te la ofrece y mata tiempo. -

Se detuvo entre el auto y la puerta de entrada, aguardando, por si las dudas, a que Loki pasase adelante para seguirle él un par de pasos detrás, cual guardaespaldas previniendo una posible huída. Una vez dentro del edificio posó una mano sobre el hombro del menor para llevarle consigo mientras apuraba el paso, alzando su voz para hablar a la recepcionista antes de estar siquiera tres metros cerca de ella. - ¡Tenemos cita con el doctor Njördr! ¡A nombre de Loki Odinson! - Sin demorar un solo momento sus pasos fue derecho hacia la puerta que suponía que les correspondía, pues tenía el nombre del psicólogo en ésta. - Con permiso. - Agregó, con una leve inclinación de la cabeza, como si aquello excusase su actuar y el hecho de que ingresara junto al paciente.

Una vez dentro dio una mirada rápida a su alrededor, saludando con un gesto de la mano al doctor; la barba le daba un aspecto que le recordaba ligeramente a su padre, algo que le inspiraba inmediatamente cierto agrado. Incluso vestía también de traje, contraste a él que llevaba ropa de calle, tan informal que vestía de rojo e incluso sin mangas. Cayendo apenas en cuenta de que no sabía exactamente cómo proceder, pues era primera vez que acompañaba a Loki a una de sus citas, simplemente empujó al pelinegro para que se acercase, sentándose él a su vez en una punta del diván, suponiendo que le tocaría quedarse quieto y silencioso allí.

Nuevamente su padre se enterquecía en que había algo mal en su cabeza y ahora para colmo de males le enviaba con su hermano mayor como guardaespaldas... como si lo que necesitase fuese al rubio desalineado detrás de cada paso que diese. Pero claro, tenía que ser Thor quien le acompañaba... pues era el favorito de sus padres. No quería seguir viendo psiquiatras pero su padre seguía insistiendo que era lo mejor para él... ¿Pero que sabía él de lo que era mejor? Él tenía mejores notas que Thor en sus estudios, tenía más conocimiento político y más conocimiento empresarial, igualmente era el rubio que acompañaba a su padre a muchas reuniones y quien era obviamente el sucesor del gobernador. No él. Y eso no le hubiese molestado tanto si no fuese por que había caído en cuenta de algo hacía ya dos años...

Miró por la ventanilla del auto con sus brazos cruzados y ligeramente hundido en el asiento con el cinturón puesto, su cabello peinado hacia atrás con gomina le daban un aspecto serio que solo era resaltado por su conjunto de camisa blanca, traje negro y una corbata verde con un pañuelo a su cuello de igual color colgando delante de su pecho con algunos diseños celtas en dorado. Un regalo de su madre que rara vez se quitaba de encima. Incluso en aspecto se consideraba por encima de su desalineado hermano. Con el primer frenazo se enderezó de golpe - ¡Ten cuidado, Thor! ¡Vas a...! ....- se llevó la mano a su rostro cuando sintió el impacto del auto contra los estacionados. Tampoco entendía por que su padre le confiaba el auto al rubio y no a él... él incluso tenía licencia de conducir.

Cuando bajó su hermano bajó el a regañadientes, no quería, definitivamente no quería nuevamente hablar con esos viejos que se metían a preguntarle cosas que no les incumbían y todos le miraban como si realmente le comprendiesen pero al final nadie lo hacía ya que le decían lo mismo. Pensó en escapar pero sabía que Thor le detendría, no tenía demasiadas opciones... seguramente Odín le había enviado con él por que había faltado a sus últimas citas con otros doctores. Ahora pagaba al más destacado del distrito. Ingresó pacíficamente al consultorio y dejó que su hermano hablase mientras se alejaba distraídamente hacia la puerta fingiendo mirar los cuadros de las paredes pero la mano del mayor empujánole dentro de la sala del psiquiatra le hizo perderse de esos pensamientos y entrar en un tras pie casi cayendo de cara delante del escritorio apoyando sus manos en el borde de este para cortar la caída. Su rostro se levantó para mirar al doctor y pestañó un par de veces intentando acomodar sus pensamientos. Su aspecto era extrañamente confuso, su barba y su pelo le hacían recordar ligeramente a su padre pero había algo de paz en él que no le causó rechazo inmediato como con los otros doctores.

Se acomodó el mechón que había caído sobre su rostro y miró como Thor tomaba asiendo en el diván, enseguida buscó sentarse en algún otro lugar pero solo encontró una silla algo apartada que seguramente usaría el doctor para acercarse al diván. La acercó un poco y se sentó de piernas abiertas y pose algo relajada. Si bien su apariencia era pulcra nunca había aprendido a corregir aquella postura al sentarse. No dijo palabra, solo desvió la mirada quitándose los guantes negros, allí dentro hacía una temperatura agradable en contraposición de la ventisca nevada de afuera. Los acomodó en su rodilla uno sobre otro de manera pulcra y miró a Thor en reproche antes de volver a mirar el radiador.

La voz estentórea del hombre de cabellos rubios fue perfectamente audible desde el interior del consultorio. El analista enarcó las cejas al ver que llegaban dos minutos tarde, pero era un margen demasiado pequeño como para seriamente atribuirlo a una manifestación de resistencia. El dueño de la voz apareció y saludó con gesto casual. El doctor, sentado aún ante su escritorio, le dirigió una inclinación de la cabeza.

-Buenos días, señor Odinson.

Le extrañó ver llegar inmediatamente a un segundo personaje. Su secretaria no le había dicho que se tratara de una consulta grupal, así que por un momento supuso que uno de los dos era mero acompañante. El segundo hombre se tropezó, de tal modo que le tuvo muy cerca y pudo intercambiar una mirada. La sabiduría y la experiencia de sus años vividos y ejercidos le permitió ver en esos ojos confusión, no sólo por el momentáneo traspié, sino por una vida entera que podría resumirse tal vez en un gran traspié.

Se quedó mirándolo un momento, observando qué hacía. El hombre no saludó ni nada, sino que se sentó en ademan desenfadado y miró hacia otro lado. No parecía muy contento de estar allí, lo cual sólo abría nuevos interrogantes en la mente del psicoanalista.

El doctor Njördr se puso de pie, tapando una lapicera cara que sostenía entre sus manos.

-Les ruego que disculpen si ha habido algún error. Mi cita hoy era, tengo entendido, con el señor Thor Odinson. -Miró a uno y a otro por igual.- ¿Quién de ustedes es el señor Odinson?

No se sentía particularmente incómodo, aunque desde su punto de vista era él el que estaba "sobrando", pues solo se quedaría allí y escucharía, resistiéndose comentarios hasta que debiese llevar a Loki de regreso a casa. Básicamente, venía a que arreglaran a su hermanito y ya. Sentado en el diván con las manos en las rodillas, exhaló, se relajó, y se preparó para mantenerse quieto por más tiempo del que probablemente sería capaz.

La voz del psicoanalista era calma pero imposible de pasar por alto, sin embargo, más prominentes aún eran sus silencios. No eran el tipo de silencios sobre los que pudiese distraerse o ponerse a charlar él; le hacian callarse y escuchar, reacción poco vista en él. Cuando le llamó por su nombre alzó la mirada, sobresaltado, y sintió su boca abrirse sin emitir sonido por un largo momento. Miró de soslayo a Loki, como si le pidiese tácitamente una explicación a él. - Pero la mujer en frente dijo-- la cita-- - Trastabilló en sus palabras, confuso, una idea frenando a la otra.

Se detuvo y reconsideró aquello. Su padre le había dicho que la cita era para Loki, y en lo que respectaba a la recepcionista, pues ella no había dicho nada. El nórdico simplemente se había adelantado junto a su hermano, asumiendo según lo que le había sido dicho. Después de todo... sí, era Loki el que había estado asistiendo a sesiones todo este tiempo.

- Debe haber un error, - Dijo, con una sonrisa amiable, casi descartando ya que realmente fuese para él la cita. - Yo solo vengo a acompañar a mi hermano, Loki. Ninguno de los dos está... es decir, no tenemos problemas o algo así. Pero, ehh, Padre me dijo que traiga a Loki aquí por un par de cosas que pasaron hace tiempo. - Se encogió ligeramente de hombros, restando importancia al asunto que tanto le había recalcado Odín. Sus siguientes palabras fueron dichas en mayor apuro y más despreocupadamente aún, mientras el rubio rascaba distraídamente su nuca. - Un par de problemas con el, ehh, el pelo de una amiga mía, y con el funeral de nuestro otro hermano y eso, cosas así. Cosas que pasan. -

Como siempre su hermano le robaba el lugar, le robaba el protagonismo, pero en esta ocasión no le molestó que le robase la cita, por el contrario sus labios mostraron una sonrisa que iluminó su rostro y su mirada esmeralda pasó enseguida a su hermano para ver su reacción, que viese lo que se sentía ser él el "loco". Disfrutaba verlo tartamudear y caer en el desconcierto. ¿Sería algún truco del padre o solo un error...? Igualmente el resultado era de su agrado, pero no por mucho. Al ser nuevamente señalado él como el problema su sonrisa se borró y se enderezó en la silla dispuesto a discutir, pero al mencionar los incidentes del pasado se le secó la boca como siempre que pasaba desencadenando en él la rabia que le daba aquellos recuerdos.

- Cállate Thor. Tú... Padre... Mgh... - sus palabras se atropellaron y quedaron perdidas cuando no encontró justificación para callar a su hermano y solo volvió a cruzarse de brazos hundiéndose en la silla volviendo a abrir sus piernas en aquella pose relajada y bastante poco formal. Masculló algo entre dientes y suspiró desviando su atención a la ventana. Si él doctor tenía cita con Thor seguramente terminarían sacándolo del consultorio, así que tardó pocos segundos en levantarse y dirigirse a la puerta, consideró que sería lo más prudente antes que alguno de ellos le hiciese quedarse. - Puesto que la cita es para tí, iré a esperarte en el auto. - comentó sin siquiera mirar atrás en una huida bastante evidente por la urgencia de sus pasos - Un gusto Dr. Njordr. - saludó a la apresurada.

Le parecía evidente que había una problemática familiar compleja e importante, y que el hombre de cabello negro, ese tal Loki, era el depositario de la conflictiva y hasta la patología de todo el grupo. Era evidente en la actitud de él la molestia que le producía la situación, y ese momento de luz y despertar ante el desplazamiento del lugar de enfermo sobre otro miembro de la familia, no hacían sino confirmar las hipótesis del analista. Quiso huir rápidamente, conducta que, el doctor sospechó, el hombre deseaba con frecuencia llevar a cabo, y la realizaba ahora que tenía una oportunidad.

En cuanto al otro sujeto, parecía dar demasiado poca importancia a toda la situación, hablando como si tal cosa de eventos tan fuertes y pesados como la muerte de un hermano, por ejemplo. No era casualidad que tan pronto en la entrevista hubiera sacado a relucir esos temas. La ligereza con que aludió a ellos se le antojó falsa y defensiva; los había mencionado por alguna razón, misterio que se develaría más adelante.

-Espere, por favor, señor Loki -dijo el psicoanalista con tranquilidad, desde la silla de su escritorio, levantando una mano para detenerle-. Creo que debemos aclarar este punto. Todos tenemos derecho a ser escuchados.

Abarcó con su mirada a los dos hombres que habían llegado al consultorio.

-¿Qué les parece si se sientan ambos? -Señaló con su mano dos sillas.- Podremos conversar acerca de esta cuestión que me parece muy importante.