Amnesia entre mundos (Privado)

La Posada entre Mundos nunca estaba vacía ni jamás estaba tan llena que no cupiera uno más, siempre habría espacio en las grandes mesas para el esbelto y huidizo elfo, el tozudo enano, el salvaje gigante o el arrojado humano. Jamás se le prohibiría el paso a aquel que buscara descanso de los largos y nevados caminos, ni sería expulsado a la tormenta el vagabundo que arrastraba sus armas tras una derrota, Harek cobraba poco, solo pedía una historia personal, todo el mundo tenía algo que contar, no era necesario que fuera sobre hazañas o conquistas, le bastaba una anécdota, incluso de la propia infancia, eso lo satisfacía igualmente.

La gran sala que era el cuerpo principal de la posada, olía a madera de pino y fresno,las grandes vigas estaban esculpidas en forma de poderosos caballos de ocho patas,, las ventanas poseían cristales de colores. Las mesas eran largas y pulidas, su superficie brillaba bajo la luz de las velas distribuidas en los centros de cada una de las mesas, rodeadas con una corona de menta siempre fresca, las sillas de respaldo recto, labradas quizás por la mano ágil de algún carpintero humano o puede que un elfo, con hojas de árboles y flores...flores que nadie recordaba. En las paredes danzaban las sombras de los comensales, avivadas por la luz que provenía de la gran chimenea donde se siempre se estaba asando algún jabalí y su delicioso aroma se extendía por el aire.

Harek estaba limpiando una de las grandes jarras de madera negra y cobre con un paño limpio, se giró y sus ojos de distinto color se posaron en el hombre que estaba apoyado contra la barra, no le respondió de forma inmediata, en cambio fue hasta una gran barrica, abrio la llave y llenó el recipiente con espumosa cerveza negra, fresca y deliciosa. Se la colocó delante mientras lo escrutaba, parecía completamente aturdido, como si acababa de despertar de algún mal sueño.

-Entraste por la puerta de mi posada, tambaleándote y caiste inconsciente al suelo, te recogimos.-estrechó sus ojos y sus labios formaron una leve sonrisa, la voz de Harek era profunda pero bien entonada, manando de su ancho pecho.-Te examiné, no presentabas heridas aunque por tu aspecto me aventuraría a afirmar que no venías de recoger flores. Bienvenido a la Posada entre Mundos. Bebe, quizás eso aclare tu mente.

(Sin problemas, el orden de posteo es el siguiente; yo, Beowulf y tú)

Harek había tenido sus razones para servirle su famosa cerveza negra, tenía una serie de ingredientes que no tenía otras cervezas, entre ellos, una hierba que lograba soltar la lengua incluso a los más tímidos o retraídos, abrieran la boca y contaran sus historias, a Harek no le gustaba pasarse la noche enterra tirando de la voluntad de nadie puesto que tenía numerosos clientes en sus posadas y algunos de ellos que quedaban varias noches seguidas, tenías comidas que servir y camas que preparar. Alzó apenas las cejas sobre sus ojos dispares al ver como se sobresaltaba como un lobo salvaje y en varias zancadas se encaramaba a una de las largas mesas para amenazar a uno de sus clientes.

Gruñe levemente y grandes pasos, sale de detrás de la larga barra, limpiándose las manos en su delantal, se abre paso entre los numerosos comensales que divertidos asisten al espectáculo, un par de enanos incluso estaban apostando para ver si aquel bárbaro se atreveía a atacar al gigante con las manos desnudas. Harek se detuvo a pocos pasos de Beowulf y alzó la vista hacia él, cruzó sus brazos sobre su ancho y musculoso pecho, observándolo con clara diversión en los orbes.

-No puedes desenvainar dentro de mi posada. Es la más vieja ley de la hospitalidad, no derramar sangre bajo el techo del anfitrión que te acoge. ¿Acaso también has perdido el tino junto con la consciencia?..si derramas sangre bajo mi techo no encontrarás jamás la salida. Ahora baja de ahí..comienzo a pensar que eres niño aunque tengas el cuerpo de un hombre.-posó la vista en el gigante que se había puesto casi en pie, tirando la banca hacia atrás- Dorkor, no se te ocurra, nada de peleas.-el enorme ser volvió sus ojos rojos hacía él, calibrando las palabras del posadero, masticándolas, decidió que no merecía la pena desafiarlo, no en aquel lugar-no pierdas los nervios, siéntate y te serviré otra ración de jabalí.-el gigante gruñó y se acomodó de nuevo pero lanzando aun miradas furiosas a Beowulf.

Harek ladeó el rostro cuando escuchó la puerta que se abría, otro cliente que acababa de entrar casi con la misma cara de desconcierto de su asalta mesas-Bienvenido a la Posada entre Mundos, viajero.

Harek ya habia tenido ocasión de ver situaciones semejantes, de hecho era ver repetida la misma escena una y otra vez pero con actores diferentes y nuevemente se maravillaba hasta que pundo llegaba la estupidez humana, enana, elfa o la de gigante, era algo común a todas las razas, intentar saltarse las normas porque simplemente se creían que estaban por encima de ellas y encima airarlo bajo su propio techo. Harek no se movió de su lugar mientras aquello acontecia, era una estatua estólida, impasible, aun con sus poderosos brazos cruzados sobre su pecho, su vientre firme y sus largas piernas embutidas en cuero, sus pies afianzados al suelo. Así parecía un rey y desde luego en aquel lugar, él era como un dios, como Odín en su sala del trono. Entrecerró los ojos al ver su como se bebía lo que no era suyo, para provocar a un gigante hacia falta bien poco y aquel tonto lo estaba haciendo a pesar de sus claras advertencias.

Los hombros de ambos se rozaron cuando Beowulf emprendió su camino, a pasos arrogantes hacia la puerta, seguido por Darvor, que estaba más que preparado para aprestarse a un duelo. Harek escuchó las palabras del recién llegado pero antes de atenderlo en persona, se giró despacio y caminó hacia donde estaban aquellos dos busca broncas. Su mano golpeó el antebrazo del gigante y éste hizo una mueca de dolor, los tatuajes tribales de su rostro se arrugaron-vuelve a tu asiento, no me gusta repetirme.-Darvor gruñó pero el ojo verde de Harek destelló y la gran mole celeste retrocedió.

Harek volvió su atención hacia Beowulf, se aproximó y sus dedos llenos de cicatrices agarraron su muñeca con gran fuerza-escucha, guerrero, y escucha bien. Nadie puede encontrar la salida si yo no lo deseo, nadie puede salir si derrama sangre, nadie puede salir si no paga mi precio. Si quiero, te quedarías aqui encerrado cien años, no envejecerías puesto que en mi posada el tiempo no existe pero en cuanto te dejara salir y traspasaras el umbral te reducirías a un montón de polvo que arrastraría el viento puesto que un siglo ha pasado fuera..¿eso deseas? pues entonces desafíame..-se quedó con sus orbes clavados en los suyos.-Vuelve a sentarte, quizás al lado del recién llegado mejor, no quiero que busques más peleas con gigantes.

Se giró, dandole la espalda y se acercó a Eiric, hizo un gesto a una de las camareras que se aproximó con una gran jarra de cerveza que colocó delante del hombre que se llamaba asi mismo Järl y luego a otro gesto de Harek coloco otro recipiente, esperando que Beowulf se acomodora-Ahora vengo, os traeré jabalí-actuaba como si nada de importancia hubiera acontecido, se apartó para dirigirse hacia la gran chimenea.

Las cosas en la posada se habían puesto algo tensas en apenas unas décimas de segundo por aquel viajero algo perdido. Muchas de las personas que entraban a la posada por primera vez se extrañaban de los poderes de estas, pues era como punto neutro del mundo donde allí no se distinguía a nadie no por la raza ni por el bando donde estaban, allí estaban prohibidas todo tipo de peleas o luchas. Los gigantes se sentaron en su sitio pero no quitaban la vista de aquel revolucionario que había despertado hacia unos instantes, se pudo incluso escuchar el murmullo de uno de los gigantes decir.-Debía de haberse quedado dormido.-Tras la risa de su compañero siguieron su comida, pues conocían perfectamente al posadero y sabían que era mejor no provocar disputas y seguir las cosas en paz, por el momento.

El amable posadero fue hacia sus cocinas en las que preparaban los jabalíes y diversas comidas que allí se degustaban, escuchando desde lejos y en el camino las palabras de aquel gauta. Con sus fuertes manos agarro una enorme fuente en la que había colocado un jabalí entero con algunas patatas a su alrededor, se podía escuchar incluso el burbujeo al estar la comida tan caliente. Dos elfos más entraron en la posada mientras este depositaba sobre la mesa de los guerreros aquel enorme jabalí apartando también los pies del guerrero Eiric.- Comed guerreros y dejad las disputas y armas de lado, la gente viene aquí para descansar y dado que es mi casa, esas son mis reglas lo tomáis o lo dejáis -Dijo firme el posadero con un gesto de cabeza y mirando a ambos intermitentemente, uno de ellos no había apenas articulado palabra pero por si decidía unirse a la protesta de Beowilf-Que aproveche esta dichosa comida.-Sin más este se giró dejando a los guerreros en aquella mesa con aquel suculento manjar e hizo una señal hacia las camareras para que sirvieran a sus nuevos clientes, los elfos eran gente muy exigente.

Tras aquello el ambiente de la posada volvió a ser el de siempre, copas sonando, risas, las voces de las camareras aconsejando el que comer aquella noche o el leve sonido de una flauta tocar al final de la posada. El posadero se quedó dentro de aquella gran barra de madera con un paño blanco sobre el hombro y recogiendo varias jarras. Entre el bullicio dela gente se podía distinguir la ruda voz de los gigantes hablar entre ellos, estos desviaban la mirada hacia aquel Gauta que minutos antes había querido iniciar una disputa en la posada. Al parecer el comportamiento de dicho guerrero no le había hecho gracia y de no ser por que conocían demasiado al posadero, Dorkor, el gigante más viejo, le habría atacado sin piedad. Mientras devoraban aquel jabalí el otro gigante, Ogttar alzo la voz lo suficientemente alto para que aquel guerrero gauta pudiera escucharlo.-De no estar en la posada ahora mismo su cabeza estaría rodando por el suelo delante de mis pies.- Despues de eso cerro su boca mirando por encima del hombro con una mirada entrecerrada , volviendo la vista a Dorkor quien desde su posición podía ver directamente a los guerreros y no quitaba la vista de encima a estos, una mirada desafiante y fría.