Quizás sea tu día... {Privado}

-¡Dispersaos! ¡Hemos sido emboscados vilmente, galopad raudos hacia el refugio del reino! ¡Nos vemos al alba en la posada! -ésas son mis últimas palabras para con mis hombres. Efectivamente, una emboscada, perpetrada por un amplio grupo de los hombres-bestia capitaneados por el mismo Piel de Sangre, el maldito cabecilla de todos ellos...su verdadero nombre sólo Surtur lo sabrá. El asedio a Hordaland por parte de estos demonios no cesó el día de la victoria no, pues hoy mismo hemos descubierto una avanzadilla rondando los alrrededores, buscando grietas en las murallas y esperando poder herir las filas de guerreros, acabando con cualquier partida de exploradores; supongo que no esperaban toparse con el mismo Beowulf y sus valientes, pero aún así hoy toca galopar con el enemigo a la espalda, retirándonos a lugar seguro. Ésta ha sido mi rápida decisión, quizá algunos de mis hombres más recientes piensen que es cobardía o falta de fe hacia nuestro Gran Padre, pero debemos vivir hoy, no morir en vano, para poder defender mañana unas tierras plenas de fieles como son las del reino de Hordaland y su valiente rey, que Odín lo guarde en su seno, y que Él mismo me perdone por esto.

Cuando viro hacia mi siniestra y comienzo el galope, tres oscuras figuras revestidas de negras túnicas como el azabache, de rostro oculto entre las sombras de la noche, me dirigen lo que creo que es su brutal mirada y comienzan a seguirme. Bien, pues tras ellos corren otros tantos, y así mis hombres llegarán a buen puerto. Azoto el trasero de mi montura con ansia al ver la misma Muerte acercarse fiera hacia mí, con puro odio, en forma de oscuros ginetes. -¡Corre Rayo Níveo! -mi hermoso caballo de blanco pelaje, como la nieve misma, perfecta para pasar desapercibido si la ocasión lo requiere, y alcanzar así al enemigo en un honorable combate mano a mano sin que otras fuerzas se inmiscuyan, fuerzas como las que ahora me asolan...Capto con perfección el silbido inigualable de una rápida flecha lanzada contra mí, que pasa por suerte mía siquiera rozando mi oreja, mas no tengo tanta suerte en otra ocasión. Algunos saltos para evitar obstáculos después, una de esas horribles flechas hornamentadas por el mismo Fuego Eterno se clava en mis riñones sin piedad. ¿Pero qué es este ultraje? ¡Veneno! Varias millas cabalgadas desde mi origen me percato del oscuro y verdadero poder con el que estos monstruos maldicen a sus víctimas, y comienzo a perder la fuerza poco a poco. Tras no mucho mis músculos me traicionan casi por completo, cayendo a la fría tierra con un buen golpe, dejando a mi buen corcel cabalgar en solitario. A drede o no, por suerte mía de nuevo, los oscuros jinetes endemoniados persiguen las recientes huellas de mi veloz montura. Mas al alzar la vista que comienza también a abandonarme, reposando mi espalda en lo que no sé si es un tronco o una roca, distingo una esbelta figura femenina, una hermosa mujer de rostro tatuado y brillante vestimenta...¿tan pronto se firma mi destino? ¿Y porqué pues parece que el mismo Odín obre a mi favor? ¿Son así las hijas del Dios Padre que portan con honor a los valientes hacia el Valhalla? Muchas preguntas, pero sólo una respuesta...-Que se haga la voluntad del Padre de Todos. -digo entrecerrando los ojos, empezando a perder la misma consciencia.

Su risa me suena lejana como un murmullo en la noche, como un susurro en la vigilia. Sus primeras palabras me llegan dispares, intermitentes como las gotas de un chispeo, mas su voz sin duda resuena potente en lo profundo de mi ser, haciendo que mi alma se empareje con mi cuerpo y su frío; es como la Luna llena en un mar de estrellas, una luz brillante e inmensa entre la sombra. ¿Qué tiene esa voz suya? Pensaría que es hija de un Dios, pero me abstengo el juicio hasta escucharla...

"Ella...no, no puede ser, debe ser una oscura pesadilla de la que despertaré en breve. ¡Por los Dioses que si así es me caiga un rayo al lado para recuperarme! No, no puede ser..."-¡NO PUEDE SER! ¡Yo soy leal al Padre de Todos, aparta tus sucias garras mortuorias de mí Dama Infame! -el hecho es suficiente para despejarme un poco y darme la fuerza suficiente para empuñar el arma en su dirección si bien poco tiempo aguanto el propio peso del arma, el cual cae al níveo frío como prueba de mi aún así profunda debilidad. "Si es cierto que estoy muerto, que la certera herida me aniquila ya sin remedio, ¿dónde están los brillos de los corceles sagrados? ¿Dónde está el dorado vuelo de las Valkirias?" -No te pertenezco bruja, no creeré ni por un instante que hay algún derecho tuyo para llevarme a tu helado reino de cadáveres y almas en pena. ¡Jamás, que se me deshaga el alma en la Nada si así fuera! -"mas...¿porqué estás aquí si no es así?" pienso incansablemente con la más tenebrosa de las dudas acuciando el corazón.

Su reacción me resulta indeseable como su misma presencia e intento mantener alzada mi arma todo lo que puedo hasta que ésta cae por efecto de la debilidad de mi brazo. Sus palabras son veneno, retórica ironía escupida por unas fauces más malignas que las de la misma Jörmungand, mas al poco comienza su función sin previo aviso. Su veneno se torna mucho más turbio cuando comienza a hacerme dudar incluso de mí mismo, y su tacto final me roza y me abraza en una mortuoria vorágine de desesperación. Dicen que cuando vas a morir tu vida pasa por delante de tus ojos, los que luchamos día tras día e incluso durante toda la vida como forma de vivir sabemos que es cierto, que cuando crees que tu vida finalmente llega a su fin recuerdas cada acto llevado por tus brazos y juzgas lo correcto de cada una de tus acciones.

Recuerdo mi nacimiento de alta cuna, los buenos tratos desde niño, y también mi intrínseca rebeldía natural. Recuerdo las escapadas y las noches con el Maestro, entrenando duramente para algún día partir en busca de mi propia gloria, de mi propio lugar en este mundo helado. Recuerdo la mayoría de los motivos que me llevaron a hacer cada cosa que hice en el pasado...¿fueron todos justos y correctos? ¿No tuvo ninguno el origen en mí mismo y mis propios intereses, difiriendo con los intereses del resto de fieles? Quizá...quizá no sea digno de la más alta cumbre, por supuesto que no soy digno de las alabanzas propias de los Aesir pues soy un hombre hecho de carne y huesos, no un Dios...y eso no cambia nada. Merezco el honor de vivir para el combate y para la búsqueda de la gloria en el campo de batalla que el Gran Padre dispone ante mí, merezco el regalo del reconocimiento y por tanto de formar parte de los Einjerhar que algún día combatirán codo con codo con el mismo Odín.

Sucumbiendo poco a poco a la muerte por debilidad, infligida por el mismo tacto de la Muerte misma, como fortalecido por mi entereza y el juicio interior llvado momentos antes golpeo su mano con la mía al grito de: -¡No oses tocar lo que no es tuyo, ramera del Averno! -noto latir mi corazón con una fuerza tal que pareciera que se me fuese a salir del pecho, y sé que poco me queda ya de aliento...por culpa del maldito y ruín veneno; mas todo segundo será suficiente para renegar una vez más de la Dama Infame. "¡Que Odín me proteja!"