Banquete por los caídos (Privado)

*Salones reales de Hordaland, días después del asedio*

-¡Comed y bebed hijos míos, festejemos! Porque los caídos merecen ser recordados con júbilo mientras aguardan en el banquete del Valhalla, compartiendo aguamiel con el mismísimo Padre de Todos, a la espera de la última gran batalla. ¡Festejemos en su honor! -el rey Herthjóf de Hordaland alza alto la jarra desde los pies de su trono, donde se encuentra erguido y orgulloso bendiciendo el comienzo del festejo en honor a los caídos, víctimas de los horribles hombres-bestia que asediaron pocos días atrás el reino...aún recuerdo las llamas y los gritos, la sangre, el acero atravesando carne y hueso, el dolor...-Porque ellos lo merecen, ¡porque nosotros lo merecemos también! ¡GLORIA A ODÍN! -y el brindis rompió mi lúgubre cabilar con carcajadas mezcladas con más gritos de respuesta, crujidos al chocar las jarras de cerveza y la música de los juglares comenzando a sonar a lo largo y ancho del gran salón. Bebo un buen trago tras unos instantes, tras alzar la copa en honor a todos ellos, con el alma aún apesadumbrada. No es que no comparta el júbilo y el motivo del festejo ni mucho menos, es que no es tan fácil cuando algunos de los caídos eran como tus propios hermanos.

Entonces algo golpea mi hombro y derrama un sorbo de aguamiel que en la jarra había, y al girarme alertado sólo una dulce disculpa de una hermosa camarera obtengo por respuesta. No diré que no la miro de arriba a abajo, porque...pero mi ánimo no está para esas cosas esta noche, quizá debiera pero no. Me siento en uno de los grandes bancos dispuestos a los lados de los grandes mesones donde descansa el banquete: jabalí, cordero, cerdo, ternera...una gran variedad de carnes dispuestas en su punto idóneo. -¡Por Herthjóf de Hordaland, el rey más honorable! -digo alzándome de sopetón y alzando alto mi jarra; algunos gritos más en su honor, algún brindis y todos continúan a sus anchas, disfrutando del sabor de la victoria...pero la victoria es amarga a veces.

Claro que en el gran salón caben muchos, y claro que no todos los del reino ni de lejos, y por supuesto que sólo los que pertenecen a la élite reconocida de la sociedad son invitados. Por suerte para mí, supongo, soy sobrino del soberano de estas tierras. Vuelvo a sentarme con los hombros algo caídos, algo cansados hoy porque el mundo no pesa siempre lo mismo, y me dispongo a cojer algún bocado.

Me encontraba en la zona cuando las bestias la asediaron, nunca había conocido aquella amenaza aunque, afortunadamente, eran igual que mortales que los animales salvajes o los bandidos, sólo que más peligrosos.

Me uní a la defensa contra el aseido, luché junto a poderosos guerreros, maté a varias bestias e incluso logré defender sólo un puesto de avanzada cuando el resto del pelotón había caído. No era de la élite privilegiada, era un cualquiera, un vagabundo sin patria que viajaba por Midgard sin ningún propósito claro más que conocer mundo pero fui invitado por mi hazaña; podría haberlo rechazado pero me apasionaban los banquetes de ese estilo.

- Ya lo veía todo perdido cuando logré alcanzar aquella estaca afilada y se la clavé en plena garganta, aún recuerdo cómo su sangre caliente salpicaba mi rostro, a punto estuve de tragar aquello - narré a algunos de los presentes que me había rodeado para que les contara por sexta vez cómo logré sobrevivir. - Y ahora, señores, ¿podría terminar mi asado? cuando el banquete termine volveré a contarlo si quieren- les espeté, tenía la boca seca y el estómago vacío, no podía hablar y comer a la vez.

El homenaje a los caídos era siempre protocolario en aquellos eventos, quizá ellos soñaban con terminar en Valhalla pero mi mente estaba en otros sitios, para mi la muerte era el fin del camino. Claro está, no lo dije en voz alta.

Sumido en mi propio cabilar, es la ausencia de silencio lo que me saca de mis pensamientos. A uno o dos lugares a mi diestra se halla un hombre fornido, un posible guerrero, contando sus hazañas en la última batalla. Aprieto fuerte el mango de mi jarra y escucho todo lo que tiene por decir, bebo un largo trago y cuando recién acaba sus palabras interrumpo el jolgorio del inmediato alrrededor con un golpe del culo de la jarra a la mesa. Con la mirada aparentemente perdida en el líquido, la atención de los hombres puesta momentáneamente sobre mí, digo: -Sólo un novato se jacta de dar muerte a su enemigo, sólo aquel que aún no conoce el precio. -giro la cabeza lentamente hacia él, mirándole fijamente. -Decidme, valeroso guerrero, ¿sois vos un escudero? -el desafío es lanzado, pero soy yo el que carcome la tristeza de haber perdido unos hombres irremplazables, unos hermanos de batalla sin igual. Tras un instante de silencio y el entrecerrar de mis ojos con lo que me fijo mejor en su rostro, intentando identificarlo sin éxito, añado: -Y bien...¿nos conocemos? -quizá es el efecto de la hidromiel que comienza a nublar mi vista, o quizá es un extrangero. ¿Pero qué haría aquí un extranjero?

- Y sólo un valiente se atreve a recriminar un comportamiento poco adecuado a un hombre como yo - respondí alzándome, levantándome y colocando los puños sobre la mesa, apoyando los nudillos - sólo por ello se ha ganado mi respeto - terminé por decir, sonriendo. A continuación me senté de nuevo.

- Tan sólo les narraba cómo defendí el puesto de avanzada, cayeron muchos para defenderlo y fue por ellos por lo que resistí, no sois mis compatriotas pero la gente de este reino ha sido hospitalaria conmigo así que no iba a permitir que murieran en vano - murmuré manteniendo la mirada contra el guerrero, no me caía del todo bien perro no iba a enfrentarme a él, allí era un invitado - No soy un escudero, señor, sino un viajero que estaba por la zona, vi que hacían falta guerreros para luchar y defenderse del asedio, mi espada es fuerte y mi escudo recio y no iban a quedar ociosos ante lo que se avecinaba - le expliqué, a grandes rasgos era mi historia de cómo había llegado al lugar.

Entonces le recordé, le había visto en el campo de batalla, era un guerrero fuerte y había luchado con enorme heroicidad, me preguntaba si él había reparado en mi - No, no nos conocemos. Estoy seguro de que esta es la primera vez que hablamos. Me presentaré - dije extendiendo la mano - Bryant Önnurson.

Sus primeros comentarios mezclados con sus gestos me dejaron sorprendido, no me esperaba algo así, pero no es hasta que cuenta su historia que suelto una sonora carcajada con mi jarra en la zurda y medio cuerpo girado hacia él. Por un momento pienso que esa actitud es la propia de un joven inexperto pero, ¿qué demonios...? Ése es el corazón de un valiente. -Honráis su memoria pues. -digo alzando la jarra cual brindis y bebiendo de ella una vez más. Al ver y oir su presentación me alzo del banco de roble, agarro su antebrazo con el mio y soltando la jarra en la mesa acerco nuestros torsos y dándole una palmada en el hombro, en gesto de acojida para un guerrero. Me separo un poco aún con los antebrazos cojidos y mi mano sobre su hombro y digo con una amplia sonrisa: Un placer Bryant Önnurson, yo soy Beowulf el gauta, sobrino del soberano de estas tierras. -vuelvo a sentarme y digo: -¡Así que comed en su honor también! -y tras lo cual agarro mi jarra con la zurda, un muslo de cochinillo con la diestra y suelto una ancha carcajada.

Mas al poco la música cesa y la voz del joven rey resuena por encima del resto de voces. -¡Que comiencen los juegos! -Ah, el momento esperado para todos, para batirse en duelo para unos y para aprobechar la centrada atención para otros. Pronto traen el "burro" al medio del salón, apartando los mesones que molestan y haciendo un gran círculo en el centro. El "burro" es como llamamos a un largo tronco sujeto por un par de pies a cada lado, como un banco de los que hay en el salón pero más alto, sobre el cual se desarrolla el "juego del ciego" que le llamamos; consta en dos hombres que se suben al "burro" cada uno en un extremo, con un largo palo de madera cada uno que se usa a dos manos para golpear al oponente y tirarlo al suelo, ambos con los ojos vendados con una tela. El objetivo: ser el único sobre el tronco, usando sólo el palo para ello.

Durante la preparación me acabo mi rellenada jarra y antes de que terminen me alzo orgulloso de mi asiento y digo en voz alta -¡No busquéis oponentes, éstos ya están dichos! -me giro hacia mi recién conocido veterano y, señalándole con el dedo digo -Vos subiréis ese tronco y os batiréis conmigo, a ver desde hace cuánto que no sois escudero. -con una amplia sonrisa tan afable como desafiante. ¿Qué diría el extrangero ante tal reto, desconocido más allá de nuestras gautas fronteras?

¿¡Qué pretendía este tipo!? Cuando el hombre de mi lado me explicó en qué consistía caí en la cuenta de que aquel guerrero me estaba desafiando, recordé cómo desafié en su momento a cierto líder a un pulso y sonreí. Hice crujir mis dedos mientras me levantaba, me dirigí hacia aquel presuntuoso y le miré, cara a cara.

- No tengo que demostrarle nada a nadie pero lo haré por el placer de competir - murmuré para que sólo él me oyera. Ganar o perder era lo de menos, era un reto interesante, él era un guerrero competente y los ojos estarían vendados. - Beowulf, ¿eh? Sus compatriotas me han hablado de su habilidad el la batalla, no dudo que será un digno adversario.

No tardamos en estar preparados, con los ojos vendados y sobre aquel tronco, esgrimiendo aquellos maderos. Escuchaba los jaleos, muchos animaban al gauta pero pude escuchar un pequeño grupo que apostaba por mi, aquello me animó y me dio la seguridad suficiente como para tener altas posibilidades de salir vencedor.

Sonrío ampliamente ante su primera respuesta sin decir nada, entiendo sus motivos y lo innecesario de aclarar que a mí me mueven los mismos motivos. Sin embargo a su segundo comentario sí respondo aunque no con palabras, una vistosa reverencia medio burlona a modo de merecida acogida al alago, nada más que una broma resultado de mi conocida fama, mas bien sé yo que dicha fama no es tan gloriosa e impoluta como cuentan las leyendas...

Al lado de los extremos del tronco esperan sendas mozas bien avenidas con las vendas en las manos y los palos apoyados en los pies del "burro". Una hermosa pelirroja con un buen par de bustos y una bella sonrisa es la que me coloca la venda, tras lo cual agarro con firmeza su cintura y le planto un beso repentino, gesto que ya comienza a elevar el griterío, las risas y las pocas alabanzas. Una bofetada es la respuesta de la belleza ante mí ya cuando no puedo ver, tras lo cual es ella la que me besa a mí; un comienzo idóneo. Me pone el madero entre las manos y me acerca al gran tronco, al cual me subo de un brinco sin mucha dificultad como tantas otras veces. Me valanceo arriba dado que el salto no es muy acertado, la sorpresa reina en la sala por un instante y tras lo cual me enderezo y alzo los brazos con lo que sería mi arma, nuevos gritos y aplausos, símbolo de la casi completa atención de los comensales que plena el gran salón.

Con el cuerpo de perfil apunto hacia delante, donde debe estar a un par de metros mi contrincante, y digo en alta voz: -Pocos me han vencido aquí y mucho hace de la última vez, extranjero. Bienvenido a Gautlandia. -tras lo cual agarro con ambas manos el arma de madera y comienzo un rápido ataque premeditado y conocido: dos pasos anchos de cada pie son suficiente para alcanzarle de lleno, hago girar el madero sobre mi cabeza y golpeo desde mi diestra, intentando golpear su estómago con fuerza, suponiendo que sea diestro. Tras ello, aprobechando el rebote de mi arma, volvería a hacerla girar sobre mí e intentaría golpear su nuca para acabar de desequilibrarle y hacerle caer, antes siquiera de que me halla tocado.

La gente parece emocionada, era una lucha de orgullos aunque más bien ponía el suyo a prueba, yo era un extranjero en aquellas tierras, un forastero desconocido. Él sin embargo parecía una especie de héroe, un referente de los guerreros del lugar y, para colmo, emparentado con los gobernantes locales. Él tenía mucho más que perder que yo, por mi parte me lo tomé más bien como un divertimento; eso sí, no iba a dejarme ganar, no sería justo para él.

Sostenía el bastón con ambas manos en posición defensiva, no podía ver debido a la venda y por ello lo sostuve de tal madera que pudiera saber dónde golpearía y hacerme una idea de cómo sostenía el arma y poder contraatacar de manera eficaz. No hice caso de su comentario, parecía muy seguro de si mismo y por ello procuré extremar las precauciones.

Noté el golpe y solté un gemido por el dolor inclinándome ligeramente hacia mi derecha pero me percaté de ello y supuse de dónde vendría el siguiente golpe. Cuando escuché girar el arma contraria me agaché rápidamente quedando en cuclillas para esquivar su ataque y golpeardo con mi arma, tomándola de un extremo para alcanzar sus tobillos y hacerle perder el equilibrio con un barrido.

Mi fallo denota gran habilidad por su parte, consigue prevenir mi segundo ataque dejándome vulnerable ante el suyo, el cual llega inevitablemente. Un poderoso barrido golpea mi derecho pie adelantado y genera un gran dolor que me hace perder la fuerza en él al golpear directamente el tendón, mas quizá él no cuenta con mi experiencia; un pie siempre más adelantado que el otro, siempre de perfil al oponente y siempre con el bastón en veritcal si puede ser. Su golpe me desequilibra un poco pero apoyando el extremo del madero en el suelo consigo mantenerme, gracias a mi otro pie más atrasado. Si no puedo hacerle caer con golpes laterales, le haré caer de espaldas, quizá eso no lo espere.

Al recuperar el equilibrio lo que hago es acercarme raudo a su posición con el arma en horizontal de tal manera que me sirva para empujarlo fuerte hacia atrás y tumbarlo, haciendo quizá que se golpée en la espalda con su extremo del tronco. En este justo instante quizá el murmullo que captan mis oidos sean alabanzas o abucheos, quizá haya música sonando o risas estruendosas, pero para mí ese murmullo es un susurro, una coral de voces lejanas...tansolo oigo ese sonido tan peculiar, el golpear del corazón fuerte contra el pecho cual cántico de honor y de posible victoria, mas la derrota no es menos honorable. Es...es un momento único.

La gente parecía divertirse y, ciertamente, también yo estaba disfrutando de aquella pequeña competición. Beowulf era un guerrero formidable, era experienciado en esta clase pelea, yo sin embargo dependía de mi instinto y de mi fuerza.

El impacto en su pie fue certero pero no sirvió para derribarle, notaba su presencia justo delante de mi, sobre todo cuando empezó a pretender empujarme y hacerme caer fuera del tronco por su extremo empleando su bastón como travesaño. Noté el empujón, di un pequeño salto hacia atrás y sostuve mi arma del mismo modo, con ella traté de empujarle de la misma forma que hacía él, agarrando no sólo mi vara sino también la suya. Mi plan era presentar una resistencia ante su fuerza y, al cabo de unos segundos, dejar de empujar de repente, agacharme de nuevo y usar la fuerza de mi oponente contra él mismo para alzarlo por encima de mi y derribarle del tronco. Era un tanto arriesgado pero podría funcionar.

Mi embestida se topa con una fuerte resistencia y unos ágiles pies que saben dónde colocarse, pues aunque empujo con ansia poco logro. Un forcejeo, un largo forcejeo y el griterío aumenta más que hasta ahora, está claro que uno de los dos cederá al fin y el otro vencerá. Tenso mis músculos al límite, aprieto los dientes con tensión y al poco hasta mi voz se une al resto de mi cuerpo que, totalmente acompasado de pies a cabeza, empuja con deseo y sed de victoria: -¡Cae! -su resistencia no es suficiente para vencerme, no es suficiente ni para hacerme dar un paso atrás, mucho menos de llevarme hacia mi extremo; quizá si me empujase hacia un lado...pero parece ni poder hacerlo. Empujo más y más y ¡por Odín! En un instante me siento volar sobre su cabeza, golpearme el hombro derecho con el tronco y caer fuerte de espaldas, soltando el aliento por inercia junto al dolor resultante. Oigo cómo el ambiente cesa sus gritos y tansolo un murmullo queda en el aire, susurros sobre el futuro inmediato. Me levanto la venda de los ojos para ver que ciertamente estoy mirando al techo, y una amplia y sonora carcajada sale de mis pulmones, removiendo mi dolorido torso y haciendo que el mismo dolor me motive para alzarme una vez más. Lanzo el madero hacia un espectador, dejo la venda hacia un lado mientras oigo el poderoso y estruendoso griterío de alabanzas hacia el vencedor, y múltiples carcajadas que acompañan la mía en gesto de diversión y fascinación por la reciente victoria del extrangero frente a un afamado héroe local, toda una hazaña.

Me dirijo a él con los brazos abiertos y una amplia sonrisa, con deseo de realizar el mismo gesto de honor con el que nos presentamos, como muestra de reconocimiento y humildad deportiva. -¡Sentíos orgulloso extrangero, no todos vencen a Beowulf el gauta el mismo día de un banquete! -¡Fanfarrón! -se oye como respuesta de un robusto guerrero, unida a una ancha carcajada compatriota; una simpática sonrisa es mi respuesta a dicho hombre que, cómo no, es uno de mis hermanos de batalla. Vuelvo a dirigirme a Bryant Önnurson: -Como iba diciendo, habéis demostrado tener unos brazos más fuertes de lo que aparentáis, joven guerrero. De hecho... -unos instantes en los que entrecierro pensativo los ojos, pero poco tiempo tras el cual continúo: -...de hecho tengo una oferta para vos, uníos a mi pequeño grupo de espadas viajeras, uníos a mi hermandad de hombres de honor y victoria que surcan los mares a diestra y a siniestra en busca de nuevas épicas hazañas con las que engrandecer la gloria de uno, y con ello la de Odín Padre de Todos. -con la última frase no puedo evitar alzar un puño a la altura de mi cuello, apasionado. -Te aseguro que comeréis todos los días caliente y tendréis mujeres en cada puerto, así es como soportamos el frío los norteños. -una leve carcajada y el final de la oferta: -¿Qué decís, Bryant Önnurson?