Descontrol y tragedia [Libre]

Asgard, la ciudad dorada, habitada por los dioses, era bulliciosa de día y a pesar que corrían malos tiempos que obligaban a hablar en voz baja o susurros, los asgardnos no dejaban que se su moral alta se quebrara ni desfalleciera sus corazones, al contrario que los elfos oscuros que tendía a la melancolía y la triste fatalidad, los asgardnos poseían un ánimo que lo impulsaba a ir hacia delante con la firme convicción en sus propias fuerzas y que eran capaces de hacer frente a cualquier situación por muy mala que esta fuera. Por ello también era una raza orgullosa, soberbia y poco reflexiva pero ciertamente uno jamás proclmaria que los asgardnos no eran valientes.

Aquella manñana el sol destellaba sobre la plaza central del gran mercado, los puestos de con telas de muticolores abarrotaban todo el gran recinto donde los mercaderes vendían sus productos de todos los reinos entre alegres reclamas, los cabellos dorados en su mayoría, destellaban bajo el sol y el aire estaba cargado del aroma a especias, perfumes exóticos, el hierro de las armas que vendían algunos enanos y también de magía, la misma magía era parte de toda la esencia de Asgard aunque muchos olvidaran por que medios se alzaron las poderosas murallas que los protegían de sus miedo y que amparaba su vanidad como raza.

Unas sandalías de tiras doradas se detuvieron delante del rostro postrado de Halfur en el suelo, los pies que iban en embutidos en ellas eran pequeños, delicados y con una piel blanco crema, femeninos sin duda. Todos lo viandantes se habían apartado de Halfur, frunciendo el ceño al verlo en el suelo en esa postura, algunos incluso habían aprestado sus armas pero una niña de cabellos negros, brillantes y vestida con túnica de seda verde con bordados se había detenido delante de él, llevando sus manos a las estrechas caderas infantiles.

Se acuclilló y lo escrutó con sus grandes ojos verdes, mirando su rostro con curiosidad-deberías controlarlo, estás llamando mucho la atención-sus deditos pequeños se metieron entre sus cabellos oscuros, tirando suavemente de ellos y dando unos golpitos.-oye...piensa en la nieve, en cosas frías, piensa en las aguas de las grandes montañas..-los deditos jugaron con las hebras, bajo las uñas se vieron unos destellos esmeraldas que se colaron y se posaron sobre su cabeza como si fuera llovizna.