Noche de caza {libre}

"Qué honor, qué orgullo...aún recuerdo el calor emitido por las hogueras de fuego radiante despedido de las viviendas de Asgard, y el confort de la fría brisa que poco a poco invadía la misma Tierra Dorada con su Gigante esplendor...ah, qué recuerdos...nunca supe qué bien combina el dorado con el rojo sangre hasta esos tiempos." Una vez más sigue mi rey en su trono, cabilante, y una vez más salgo hacia la Posada entre Mundos para ver si puedo lograr algo de valor, aunque sea un interesante enemigo más.

Me giro sobre mi hombro con la jarra aún en la mano siguiendo la mirada de Harald el posadero, para toparme en mi mirada con una ardiente piel-roja, una demoníaca criatura femenina...de interesantes curvaturas hay que añadir. -¿Te enfrío...la bebida, muñeca? -digo mientras me acerco, antes de apoyar el robusto mandoble en el canto de la mesa a mi lado y dejarme caer frente a la calenturienta señorita. -Parece que sufres algo de calor. -acabo diciendo con una amplia y muy burlona sonrisa en el rostro, con la pose acomodada y confiada. ¿Qué mejor lugar que esta posada para tener una divertida conversación con una de éstas? Con un poco de suerte me gano un interesante reto en algún lugar entre las raíces y las ramas del Yggdrasil, ahora bendecido con el Frío Eterno.

Con su primera respuesta noto cómo le incomoda profundamente mi comentario, mas justo eso era lo que quería...así que a la "princesa de fuego" le quema que le pongan apodos, interesante. Sin embargo luego se une a mi ironía con talento, demostrando la afilada lengua de la más peligrosa de las serpientes: la que no tiene nada que perder. Primero suelto una corta pero sonora carcajada, como si el aire anhelase escapar de mis pulmones; luego ya suelto una buena risa, ancha y acomodada como si fuera yo el señor de todo lo que alcanza la vista. Tomo un buen trago y digo, mirándola a los ojos con una sonrisa amplia de superioridad: -Espero tengáis las ventanas cerradas en los Reinos de Fuego, parece que hoy hace rasca. -la miro a los ojos sin parpadear un buen rato más tras lo cual tomo otro trago. -Bueno, belleza...¿cómo le va el asiento al Señor Astado? Cuéntame... -digo apoyando los dos codos en la mesa con la jarra agarrada, como preparado a oir con entusiasmo alguna buena oda. Por lo que sé es muy probable que ella no reciba visiones de Él ni mucho menos que compartan conversa, por lo que el comentario podría ser una burla doble. "Ah, qué agudo soy..." pienso sonriente y confiado.

Ante su comentario dejo de sonreir, no me ha hecho ninguna gracia. Poso la mano en el mango de mi mandoble y recupero la sonrisa burlona, dejando claras las intenciones de rebanarla en pedazos si se pasa de la raya. Sí, es cierto, no podría alzar el arma contra ella aquí pero siempre habrán campos de batalla para derramar una gota más de sangre, de hermosa sangre caliente. Sus posteriores preguntas me resultan curiosas, no puedo resistirme a decir: ¿Esquivando una obviedad? -me acomodo más en el respaldo del gran sillón de madera con una amplia sonrisa burlona en un gesto ancho y confiado, con claros aires de arrogancia.

-De todas formas... -comienzo a decir tras dar un gran trago a la jarra y echado hacia delante con aire serio por vez segunda desde el comienzo de la conversación. -Acepta si tienes lo que hay que tener. Dentro de siete días en los Campos Yermos, a las faldas del Odinshoj en Denmark, al anochecer. -suelto una sonrisa gélida, espero unos instantes de silencio y bebo el resto de la jarra, tras lo cual la miro a esos ardientes ojos de nuevo y añado: -Confío en que allí nos veremos, llévate un abrigo. -le guiño el ojo y salgo por la puerta sin mirar atrás con el mandoble de nuevo a la espada, envainado por mi recio brazo derecho.