Tierra firme (libre)

Recuerdo del primer mensaje :

El anciano dios de los mares era adepto al esparcimiento, si bien sus diversiones habían tenido que moderarse aún más de lo natural en él por obra de su vejez. Se dijo que un paseo por la posada le haría bien, cambiaría un poco el aire (demasiado mar últimamente, hasta él mismo terminaba añorando la tierra firme), se entretendría y quizás hasta conociera a alguien interesante.

Su entrada en la posada podría haber sido advertida con facilidad para quien prestara la atención suficiente. Se había armado un poco de barullo, una discusión de poca monta entre unos borrachos, y los hombres comenzaban a decir cosas poco amables en un creciente tono de voz. Sin embargo, sólo hizo falta que el anciano apareciese en el umbral de la puerta, recortado contra los relámpagos del cielo, chorreando agua de lluvia, para que los hombres moderasen sus improperios.

Un aura pacífica con un dejo de sal marina se extendió refrescante por la zona aledaña a la puerta. Los borrachos se miraron con hostilidad, luego simplemente con malhumor, y a regañadientes se sentaron. Siguieron discutiendo, pero en voz baja, y no pasaría mucho tiempo hasta que prorrumpiesen en carcajadas compartidas.

El recién llegado sólo les dirigió una mirada de reojo. Se quitó la capa azul con capucha y la colgó del perchero de la entrada. Sacudió un poco las gotas de lluvia de su barba y se dirigió a una de las mesas cerca del fuego.

El dios se sentó con un suspiro de gusto y alivio. Por entre su barba se vio a medias una sonrisa satisfecha, y miró el fuego con contento. Se humedeció los labios, se acomodó en la silla y cruzó los brazos venosos sobre la mesa. No pidió nada aún, no le apetecía tan pronto, sólo quería disfrutar del estar seco, de la calidez del fuego y de las bellas sombras que su luz proyectaba en los recovecos de la madera.

-Pues...pasaré aquí la noche y mañana...creo que volveré a mi hogar. Sé cómo hallar el Puente Bifrost así que en breves quizá ascienda hasta lo más alto, o eso intente. Por ahora... -miro en dirección a la barra y ahí está él, siempre atento a los clientes. Ese hombre...o dios, ya no sé... -Por cierto sabio Njördr...¿qué podríais decirme al respecto del posadero? Posée una fuerza superior a lo aparente por lo que pude comprobar la vez anterior que estuve aquí. -con solo un apretón de manos me dejó bien claro que tengo que acatar sus normas, y todo lo que tuviese por añadir. Eso, sumado a esa mirada confiada aun estando rodeado de infinidad de seres diferentes...no es normal.

El anciano desvió la mirada y la fijó por unos momentos en el posadero en cuestión, quien por entonces se hallaba expectante tras ese largo tablón sobre barriles que conformaba la mesada.

-Oh, el viejo Harald -habló, esbozando una sonrisa llena de recuerdos-. Si yo mismo lo supiera. Cuando era yo un crío, y eso fue hace muchísimo tiempo, el sujeto ya tenía barbas. Nunca supe del todo a qué se dedicaba, siempre era extrañamente reservado. Desaparecía durante siglos y luego se lo volvía a ver sin explicación aparente. Cada cuatro o cinco centurias, más o menos, se aburría de su nombre y se lo cambiaba. Así que ni siquiera sé cómo se llamaba en la cuna, si es que en algún momento ocupó una. -El dios carcajeó.

-Por supuesto, han corrido muchos rumores a lo largo de los milenios acerca de su identidad, ninguno de los cuales tuve la suerte de comprobar por mí mismo. Algunos comentan que es quien sembró el Yggdrasil en tiempos inmemoriales, otros suponen que es un hijo no reconocido de dioses arcaicos, otros dicen que Loki lo creó a partir de su sombra o de la sangre de sus entrañas; hasta llegó a mis oídos la versión de que es el único superviviente de un Universo existente antes de éste. A pesar de los muchos rumores, su carácter reservado ha impedido a muchos hacer mayores averiguaciones.

Njördr inclinó su jarra para constatar que, efectivamente, había dado cuenta de cada gota de su contenido. Dirigió al Gauta una mirada de interrogación.

-¿Has tenido suficiente cerveza, hijo de Hygelac, o tu estómago accede a recibir un poco más de bebida?

-Vaya... -digo pensativo tras oír las palabras del sabio dios. -Oh, am...¿Desearíais acompañarme en la cena? Por supuesto acompañada de otra jarra. -respondo ante su ofrecimiento con una amplia sonrisa en el rostro. A decir verdad...la compañía del dios de los mares resulta gratificante en si misma, su charla relajante como la brisa y sus gestos suaves como la marea oceánica. Levanto la mano y digo en alto: -¡Preciosa! -clamando la atención de la hermosa camarera. Esperando a que nos atienda continúo: -En cuanto a Harald, o como diantres se llame...es una historia interesante, sin duda. No puedo ni concebir el periodo de tiempo que conlleva su existencia. Y la intriga de su identidad...quizá algún día me preocupe por descubrirla. -mi rostro fijo en él, apoyado en mi puño. Volteo hacia la muchacha cuando nos alcanza, con una sonrisa en el rostro. -Deseo alimentarme de un costillar de cerdo con una ración de patatas, a merced de una jarra rellena. ¿Y vos, amigo, qué deseáis? -no sé si el sabio dios desea que su identidad sea compartida a los cuatro vientos, al parecer los dioses juegan curiosas intrigas entre ellos.

El dios dirigió al humano una sonrisa cómplice y un guiño.

-Y si algún día te enteras de algo, me avisas. ¿Vale?

Njördr se recostó un poco más en la silla al ver llegar a la dama que tomaría sus solicitudes. Pensó un momento, apoyando su dedo en la línea entre sus dos labios.

-He tenido el gusto de probar aquí un fabuloso estofado de cordero con especias, hace unos doscientos años, aproximadamente. Por favor, averíguame si la receta sigue vigente, querida, y si es así, consígueme uno de esos magistrales platos. Y cerveza, por supuesto; cuanto baste.

En cuanto la muchacha se retiró, Njördr avistó por el rabillo del ojo que la chimenea junto a la que se habían sentado, que un tiempo atrás había abrazado un fuego alegre y robusto, languidecía ahora en forma de brasas brillantes. El anciano dirigió una mirada disimulada en derredor, observando que nadie se había percatado del decrecimiento de las llamas. Parpadeó y volvió a mirar, esta vez para cerciorarse de que nadie le estuviera mirando, a la vez que enarcaba un poco las cejas como si estuviera a punto de hacer alguna picardía.

Njördr apoyó una mano sobre la otra en su regazo, y echó una ojeada de costado a Beowulf como para hacerlo partícipe de su acción. Uno de sus dedos se levantó, largo y delgado, y señaló en una determinada dirección.

Un soplo de aire ingresó por las junturas de la puerta de entrada, hasta hacerla abrirse de par en par. La ráfaga, de moderada intensidad, recorrió el costado de la taberna como una serpiente invisible, haciendo volar algunas volutas de espuma de cerveza y arrojando guedejas de cabello contra los rostros de sus propietarios.

La exhalación creó un pequeño remolino al quedar atrapada en la concavidad de la chimenea, haciendo bailar motas de ceniza; las brasas incrementaron su brillo y nuevas lenguas de fuego prendieron en los troncos secos.

El dios bajó el dedo a su sitio y dirigió al Gauta una sutil sonrisa.

Spoiler:

Asiento ante su pregunta y mantengo paciente silencio mientras él realiza su pedido. Después, manteniendo el silencio, atestiguo su disimulado acto mágico con gran interés y sorpresa. -Vaya, al parecer sois una barbuda caja de sorpresas. -digo sonriendo ampliamente.

Tras un breve instante de reflexión me sobreviene lo que tomo por una interesante idea: -Pensándolo bien...¿y si nos propusiéramos, un día, investigar más a fondo sobre dicho posadero? ¿Y si desentrañáramos con vuestra sabiduría y mi perspicacia el arcaico misterio? De seguro tal cosa nos engrandecería, pues de muchas formas se logra la gloria; ¿no es así? -la excitación resulta clara y visible en mi semblante a la vez que propongo mi deseo.